Del modelo de la exclusión al modelo de la inclusión

La sociedad y, paralelamente, la escuela, ha ido avanzando en el reconocimiento y aceptación de la diversidad. Marcamos, a continuación, de modo somero la dirección de esta evolución.



En un principio, la diversidad o bien no es reconocida o bien es objeto de marginación. En esta concepción homogénea prevalecen los modos y valores de la mayoría, que son asimismo quienes detentan el poder. Todo lo que se aleja de este estándar es considerado "anormal" o "desviado". En palabras de Clough y Corbett la patología de las diferencias del enfoque psicomédico. Estos son excluidos o segregados, bien de la sociedad, bien del sistema educativo. Por ello, se crean centros de educación especial para atender a los diversos.


En un segundo momento, la diferencia ya no se percibe como desviación sino como déficit. El origen de estas diferencias puede encontrarse en factores físicos, psicológicos, mentales, sensoriales o sociales (la clase social, el grupo cultural e incluso, la familia, pueden ser descritos también como deficitarios). El parámetro continúa siendo el de la media estadística o lo frecuente en el grupo dominante. Se hace un esfuerzo por acercar al "diferente" a la norma, poniendo los medios para compensar las desigualdades iniciales. Las diferencias se reconocen como necesidades educativas especiales y se desarrollan adaptaciones específicas como forma de atenderlas. Y con una atención diferenciada pueden ser integradas en la escuela.






En un tercer momento se reconoce la diversidad como una característica de la realidad. Hay sin embargo una tendencia a categorizar las diferencias. Así se habla de diferencias entre hombres y mujeres, entre unos grupos culturales y otros, entre unas clases sociales y otras, etc. Esta categorización puede llevarnos a nuevas segregaciones sino comprendemos que la diversidad es también algo individual. Se resaltan las diferencias entre grupos en tanto se supone la homogeneidad intra-grupo, pero si bien, por ejemplo, las mujeres tienen diferencias obvias con los hombres en algunos aspectos; es posible que entre dos mujeres haya más diferencias en otros aspectos (políticos, religiosos, de edad, de clase social, etc) que entre un hombre y una mujer. Lo mismo si hablamos de las diferencias entre musulmanes y católicos o entre españoles y franceses, o entre personas de cualquier otro grupo categorial.


Sin embargo, las personas pueden ser categorizadas como pertenecientes a diferentes grupos, pero cada persona pertenece a más de un grupo categorial y tiene con cada uno de esos grupos algunas características comunes, pero también tiene diferencias individuales que hacen de cada persona un ser único. Contrariamente a lo anterior, las personas, independientemente de los grupos de los que forman parte, tienen muchos puntos en común y en ocasiones comparten y están unidas por muchas más cosas de las que estas diferencias categoriales suponen. Por consiguiente, la atención a la diversidad ha ido evolucionando en el sentido de intercultural (que resalta la interacción y los puntos de encuentro entre grupos) y de atención individualizada (que acentúa lo propio de cada individuo). El acento no está ya puesto en la igualdad de valores, estilos de vida, formas de pensar o sentir, de entender el mundo o de relacionarse sino que el objetivo es que, a pesar de todas estas diferencias, reconocidas como legítimas, todas las personas tengan garantizado el acceso a la participación social en igualdad de condiciones.


Entonces, concebir la diversidad como algo propio de la sociedad actual, como algo "normal" y positivo que debe de convivir en un mismo marco escolar supone un planteamiento de la diversidad inclusivo. Desde este punto de vista la diversidad se asocia al concepto de barreras para el aprendizaje y la participación. De este modo, se intenta evitar el concepto de necesidades educativas especiales porque está excesivamente vinculado a las dificultades de aprendizaje y discapacidad. Por el contrario, este nuevo término intenta resaltar las dificultades que el alumnado encuentra al interaccionar con sus contextos (político, institucional, cultural, socio económico, etc.) y se centra en la búsqueda del apoyo educativo que la escuela debe diseñar para eliminarlas. De esta manera, el término de diversidad se asocia al de diferencia, evitándose los términos de deficiencia o problema y se asume que son las diferentes comunidades educativas las que son responsables en los procesos de participación y aprendizaje de todo el alumnado. Este ideal está aún lejos de ser una realidad, aunque se están dando pasos para ello.

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